FRAGMENTOS

CARTA DE UN JOVEN POETA A OTRA JOVEN POETA 

Existe un viejo adagio que reza: “no hay poeta malo sin un buen verso”. No lo digo por usted, sino por mí. Es decir, soy de ese criterio. Yo creo que al poeta –palabra que abarca los dos géneros, o sea, los buenos y los malos, independientemente del aparato reproductor que tengan-- lo justifica, más que un libro, algún poema, y más aún que un poema, una que otra línea. Por esto, si de mí dependiera, le daría por lo que le he leído licencia para que se declarara poeta –o poetisa, todavía permanece abierta esa discusión en el idioma--. Utiliza en sus versos una de las técnicas más eficaces que hay hoy en día: un final preciso, contundente, como sentía Poe que era lo más interesante de algún texto. También noto el interés que tiene por el metalenguaje, poesía que habla de la poesía, palabras que se cuestionan a través del lenguaje. Todo esto puede parecer muy ceremonial, pero la verdad es que un poema es algo sagrado, por lo que es necesario estudiarlo de muchas formas, para que no se caiga, empezando por su autor, en falsos ritos sensibleros. En definitiva, me gustaron sus versos libres y confío en que cada vez pueda dominarlos mejor hasta construir una obra. Las letras de esta región están esperando su Safo.

 

En cuanto a nuestra correspondencia debo admitir que me incomoda, me hace sentir impotente, como si nos diéramos la mano pero una de ellas resultara ser una prótesis. Andrea, yo quisiera que nos habláramos como si lo estuviéramos haciendo al oído, y que cada palabra fuera una especie de caricia. Tal vez le parezca un reproche, pero por mi parte puedo asegurar que he tratado de ser lo más sincero posible, y si por momentos sueno oscuro y paradójico es menos por fallas de mi carácter que del mismo lenguaje. El sistema de signos que el hombre utiliza es una moneda falsa, pero en circulación. Sólo por medio de paradojas consigo explicarme. En lo de los desencuentros tiene toda la razón. Quizá, si fuéramos otros, estaríamos juntos, y podríamos burlarnos de estos que no seríamos. Pero ya juntos y otros, ¿qué quedaría sino una fría pieza de fábrica, sin errores que nos apartaran del resto? Mejor así, no sé en realidad cómo pero así… Puede cada uno entretenerse en lo que quiera, por ejemplo usted tejiendo, o analizando a las personas, lo que me permite hablar del pobre tipo al que dice usted me parezco. A éste le compadecería de buen grado si no fuera porque le ofrezco antes mi absoluta indiferencia. Por otro lado, no es posible que alguien se parezca a mí: soy el imitador por excelencia, pues carezco de modo de ser. Me parezco a todos los hombres en que no saben quiénes son. Y si llego a diferenciarme de ellos es sólo porque cada uno tiene una parte propia en la mentira común. Tener personalidad es el consuelo de la clase media. Los ricos, con sus millones, no la necesitan, mientras que los pobres se encuentran ocupados persiguiendo la esquiva dignidad. Tengo un alma condenada a falsear su carácter.