Se supone que lo demás debe ser enviado a patología, pero en esta ciudad no hay tiempo pa’ eso: o se le devuelve al muerto lo que es suyo, o simplemente se avienta a la basura, para que quizás las aves de rapiña se deleiten con ese manjar de dioses.
Retiran también la parte superior del cráneo (esta fue macheteada en medicina legal), y para la autopsia, se saca el cerebro... y hasta ahí vi yo.
Según CORPONOR, ninguna de las funerarias - ni siquiera el hospital -cumple con los requisitos mínimos de sanidad.
Y como para variar un poco de escena, me doy vuelta para observar a la anciana quien tiene aun el pelo húmedo por el buen bañito que se le dio. Las agujitas – esas mismas con las que le inyectan los líquidos requeridos para detener el proceso de descomposición – le pican el cuerpo...y yo sufro por ella. Estos liquiditos se dispersan a lo largo y ancho de su rugoso cuerpo con la ayuda de una bomba a presión.
Sus ojos están abiertos, fijos en lo límpido del techo. Pero a veces parecen estar observando a la persona que la toquetea por todo lado. Cuando terminan, se disponen a taponar el cadáver (usan cantidades enormes de algodón para tapar sus oídos, fosas nasales y recto).
Maria, la viejita, fue una mujer quien poseía esa belleza que solo la dan las canas y las arrugas. Sus familiares lo saben y fue por eso piden que sea maquillada con tonos pasteles. Hasta ellos mismos trajeron la ropa con la que querían verla descender al festín de los gusanos.
A diferencia de la anciana – cuyo cuerpo estaba libre de toda herida al ingresar a la morgue – al joven le tienen que suturar las heridas, puesto que parece un colador: su muerte fue provocada por 8 puñaladas.
Si no le remiendan su cuerpo, los líquidos se van a filtrar obviamente. El tipo éste está ya en un estado de descomposición demasiado avanzado. Burbujas orgiásticas de químicos se pasean por sus entrañas, y él, como si nada...
Una vez cosido, lo pasan al "spa" morganesco. Curioso el ver como allí se le da vida a quien no la tiene.
Al verlo ahí, explayado, vistiendo saco y corbata, durmiendo como quien no quiere despertar, cualquiera diría que esta dándose una siesta para no quedarse dormido durante la ceremonia de grado de bachiller; esa misma a la que él nunca pudo asistir, esa misma a la que su abuela, la anciana quien descansa a su lado, tampoco.
Editor: Juan Esteban Villegas
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